Las olas golpean los conventillos
y los turistas corren despavoridos por
caminito.
Desde el museo de quinquela se ve el
espectáculo:
un mar negro de calle a calle,
cámaras y gorritos flotando.
Los gondoleros de la isla maciel
hacen doble turno
y yo empiezo a aburrirme.
Por eso bajo al rato
y en la vereda le pregunto a dos
socorristas si el agua me irá a hacer mal
porque tengo la piel sensible
y un gran temor al zarpullido.
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