Arriba de ese techo hay
un nene que llora desesperado.
Aturdido, voy al baño,
buscando un poco de paz
en la canilla de agua fría.
Escucho al padre pidiéndole
que se calle
-aunque el nene no habla,
llora nada más -.
Vuelvo a la cama con
los gritos y el insomnio
encima mío, cuando
desde algún departamento
alguien decide intervenir
en la batalla.
“eu, dejá en paz
a esa criatura”, le gritan.
Entonces el tipo se calma. Todo
se calma. Yo me quedo quieto,
con la almohada sobre la cabeza
apretando fuerte los ojos,
mientras espero por un ruido seco
en el medio del patio.
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